No se cómo encauzar mi rabia, ni siquiera si debo o quiero hacerlo.
Ahora, que alcanzo esa edad que me convierte en señor mayor, debería, simplemente, convertirme en el abuelo cebolleta. Echar la vista atrás y rememorar, convencido, que el pasado fue mejor. Mi pasado, no es el de mis padres, que fue el de la postguerra, el hambre y el miedo. Mi pasado fue el de los últimos años del patas cortas, con su movimiento ya muy debilitado, su sustitución por el régimen del 78, aún balbuceante, aún sin directrices ni autoridad definida, aún libertario, aunque rápidamente, muy rápidamente, recuperado.
Y sí, quiero creer que fue mejor. Mejor, principalmente, para el espíritu de lucha, Cualquier imposición o intento, nos hacía alzarnos, pelear, ocupar la calle y disputársela al estado, al orden establecido, al poder. Y cuando llegaban sus perros guardianes, nos batíamos en masa, nos acababan ganando, sí, pero por un tiempo la calle era nuestra, de la rebeldía, de la revolución, de la fiesta…
Como engaña la cabeza, como manipulamos el recuerdo.
Y ahora, nos suben la luz, los combustibles, la cesta de la compra, los servicios y hasta el ocio, y nos encojemos de hombros, refunfuñamos, con mayor o menor volumen, y seguimos a lo nuestro.
Y leches, que lo hacemos hasta nosotras y nosotros, incansables luchadores. Nos cuesta salir a la calle, ocuparla, nos cuesta pegar carteles, distribuir panfletos, hacer asambleas, informar que existen otras opciones, que el capitalismo, el liberalismo o el neo liberalismo, que hasta el comunismo de estado, tienen alternativa, tienen alternativas. Unas, ya exploradas, eso sí, en condiciones adversas que las hicieron imposibles, otras, aún sin descubrir, incipientes, en ciernes. Éstas, nos permiten improvisar, probar, errar, corregir, acertar…, y así, pasito a pasito, construir futuro. Y si nos cuesta a nosotras, que podemos pedir a quienes siquiera tuvieron aquella experiencia, aquella luz. Ostias, que esfuerzo, anda, pon la tele…
Poco lo que nos hacen, poco lo que nos pasa. Nos va mal, pero nos podría ir peor, “virgencita, que me quede como estoy”
Eso sí, en las redes, ante la pantalla del ordenador, repartimos doctrina, crítica destructiva, a los que hacen, y, sobre todo, a los que hacen, y un día los tuvimos cerca, estuvimos a su lado…
Permanecemos estáticos, indolentes, ahogando el grito de rebeldía que quiere abrirse paso desde nuestras vísceras. Aceptamos lo estético, perdemos lo ético. Y me pido una pizza, de esas de dos por una, que nuestra economía también mengua, aunque ya tengamos pagado el pisito desde hace algunos años y la pensión sea algo mayor que la media, algo mayor que esos salarios mileuristas de la mayoría de los jóvenes, de las mujeres, de los migrantes, y de tanta trabajadora y trabajador que lo tiene bastante más difícil para llegar a fin de mes…
En la tele, Galán, presidente de Iberdrola, nos llama tontos. Sí, muy tontos, nos mea encima y le reímos la gracia, nos las vemos y deseamos para llegar a fin de mes, entre otras causas por el desorbitado e injusto precio de la luz, que el gestiona, y le permitimos ganar 60.000 € al día, más bonos por objetivos, más dividendos, más… Sí, muy tontos, apenas nos llega, y seguimos pagando todas las rondas, ellos, jamás pagan una…
No sigo, que llaman a la puerta, y será el repartidor con las pizzas que pedí hace un rato, y que me devolverán a la realidad, a apreciar lo que tengo, lo que tenemos, y dejarme de monsergas, de cavilaciones para un mundo nuevo que nunca llega. ¡Ñam!.
Mañana será otro día. Esperemos a recuperar las ganas, a recuperar las fuerzas, y por lo menos llamar al servicio de atención al usuario de Iberdrola, y exigir una disculpa pública de su presidente. Uf, mi lucha.