- Los y las trabajadoras del sector educativo del sindicato CNT han realizado una lectura crítica del acuerdo firmado el 9 de mayo por el Departamento de Educación, Steilas, LAB, Grupo Interinok, CCOO y UGT.
- "El nuevo acuerdo es, por tanto, una desesperación para quienes somos partidarios de un cambio profundo", ha subrayado la organización anarcosindicalista, "no solo por las pocas mejoras que ofrece, sino porque entierra la capacidad transformadora que ha creado la movilización colectiva".
En las siguientes líneas se puede leer el análisis realizado desde una perspectiva anarcosindicalista
En los últimos meses, el sector de la enseñanza pública en la CAV ha vivido una de las etapas de movilización más intensas de las últimas décadas. Las múltiples convocatorias de huelga, que incluyeron hasta una docena de jornadas de paro y movilizaciones de diversa índole, reflejaban un malestar profundo no solo respecto a condiciones laborales concretas, sino respecto a un modelo de relaciones laborales agotado.
Desde CNT entendemos que este ciclo de luchas expresaba una exigencia social más amplia: la necesidad de transformar radicalmente la forma en que se gobierna el sistema educativo, ampliando la autonomía de los centros, devolviendo la palabra al profesorado y empoderando a toda la comunidad educativa. Las huelgas no solamente pedían mejoras salariales o reducción de ratios, debían aspirar también, desde nuestro punto de vista, a abrir un proceso constituyente en las relaciones laborales del sector educativo público. En este contexto, muchas trabajadoras y trabajadores que secundaron con plena convicción las huelgas viven hoy una profunda desilusión, al sentir que su esfuerzo ha resultado en vano y que han sido instrumentalizados como fuerza de presión en una negociación ya encarrilada, sin participación real de las bases.
Y es que, en definitiva, el acuerdo alcanzado entre el Departamento de Educación y la mayoría de sindicatos ha supuesto un cierre en falso. Después de meses de lucha, la firma del nuevo acuerdo, celebrado como “histórico” por sus valedores, ha desactivado abruptamente las movilizaciones y cancelado las huelgas programadas. Se ha perdido una oportunidad excepcional de replantear las condiciones estructurales de trabajo y participación en el sistema educativo. El resultado: algunas mejoras puntuales, pero ningún cambio de fondo. Más aún, el acuerdo refuerza el modelo vertical y cerrado de negociación, vaciando de contenido la participación directa de las trabajadoras y trabajadores.
El pacto ha sido vendido como un éxito, con mejoras salariales del 7% en tres años, alguna reducción simbólica en las ratios y promesas vagas de desburocratización. Sin embargo, para quienes venimos impulsando una visión radicalmente democrática y transformadora del sindicalismo, el balance es preocupante.
Primero, por su contenido. La rebaja de ratios se limita a uno o dos alumnos en determinadas etapas, y se aplica de forma muy limitada. Las medidas de desburocratización se reducen a comisiones consultivas, sin garantías de aplicación efectiva. La temporalidad, uno de los problemas más sangrantes del sistema, queda intacta: no hay mecanismos reales de consolidación para el profesorado interino ni se ataca el modelo de precarización estructural.
Segundo, por su forma. El acuerdo ha sido negociado a puerta cerrada en el marco de los comités de empresa, un modelo que desde CNT rechazamos por su carácter representativo, delegativo y opaco. Las decisiones fundamentales se toman entre cúpulas sindicales y administraciones, sin mecanismos reales de control desde las bases. En este caso, ningún afiliado ha tenido ni tiempo ni oportunidad de debatir o validar el contenido del acuerdo antes de que las centrales decidieran firmarlo. ¿Dónde queda la participación directa? ¿Dónde el poder de decisión de las trabajadoras?
En tercer lugar, este acuerdo no solo cierra en falso un ciclo de movilización: desactiva la posibilidad de que la sociedad tome partido en la defensa de su escuela pública. La gran manifestación prevista para el 10 de mayo pretendía interpelar al conjunto de la población sobre el deterioro del sistema educativo. El pacto frena en seco ese impulso, lanzando el mensaje de que la lucha ya ha concluido cuando apenas ha comenzado.
Desde CNT consideramos que se ha desaprovechado una oportunidad histórica para redefinir las relaciones laborales en el sector público. Se ha optado por la negociación de mínimos, sin alterar el modelo autoritario y burocrático de gestión educativa. En lugar de avanzar hacia una mayor participación, se ha reforzado el control desde arriba.
El malestar generado tras la firma de este acuerdo no es casual. Forma parte de un problema estructural: el modelo de comités de empresa, que desde CNT consideramos obsoleto y contrario a los principios de autogestión, participación y democracia directa.
El sistema de comités canaliza la acción sindical hacia una representación delegada y alejada de los centros de trabajo. La negociación colectiva se centraliza, se burocratiza y se aleja de las decisiones reales de la plantilla. Las elecciones sindicales convierten la acción sindical en una competencia electoral entre distintas marcas ideológicas, y no en un proceso de empoderamiento colectivo. El resultado es un sindicalismo dependiente de la administración, acomodado y cada vez más ajeno a las necesidades reales del profesorado.
Frente a esto, desde CNT defendemos el modelo de secciones sindicales: estructuras organizadas desde los propios centros de trabajo, donde las decisiones se toman en asamblea y la acción sindical parte de las necesidades reales y concretas de cada colectivo. Estas secciones permitirían, en el sector educativo público, desarrollar pautas de negociación directa con la administración desde una posición horizontal, autónoma y libre de pactos opacos.
Las secciones sindicales no necesitan comités, ni subvenciones, ni liberados ajenos ni al centro de trabajo ni al aula. Se sostienen con la implicación directa de las personas trabajadoras, organizadas desde abajo. Son un instrumento de lucha, pero también de construcción de una cultura sindical nueva: libre, solidaria y transformadora.
En el sector educativo, esto implica que los claustros y las comunidades educativas vuelvan a ser espacios de soberanía, capaces de decidir sobre sus condiciones laborales, sus ritmos, su modelo pedagógico. Implica romper con el verticalismo institucional que convierte al profesorado en ejecutor pasivo de decisiones tomadas en despachos lejanos. Y, sobre todo, implica dotarse de herramientas para una acción sindical coherente con los fines que decimos defender: educación pública, de calidad, transformadora y arraigada en la realidad social.
La firma del nuevo acuerdo en la educación pública vasca es pues una decepción para quienes apostamos por un cambio profundo. No solo por las escasas mejoras que incluye, sino porque entierra el potencial transformador que había despertado la movilización colectiva.
Desde CNT, reafirmamos nuestro compromiso con una lucha sindical basada en la autonomía, la horizontalidad y la acción directa. El sindicalismo no puede limitarse a negociar condiciones laborales; debe ser una herramienta para cambiar las relaciones de poder en el trabajo y en la sociedad. Y eso solo es posible si nos organizamos desde abajo, construyendo secciones sindicales vivas, combativas y con capacidad real de decidir.
La lucha no ha terminado. Al contrario: es ahora cuando debe recomenzar, desde las aulas, desde los centros, desde las asambleas. Porque la educación es un bien común, y solamente desde una organización libre y horizontal podremos defenderla.
Argazkiaren iturria: Ecuador Etxea https://www.ecuadoretxea.org/la-ensenanza-publica-vasca-sigue-en-huelga/