02/11/2022

Delincuencia y buenismo.

Escrito por Fernando García Regidor

En mi entorno hay muchos jóvenes de un origen geográfico concreto, que malviven en una situación de exclusión social y cometen una gran cantidad de pequeños delitos, algunos de ellos acompañados de agresiones, que resultan muy molestos, generan miedo, mal ambiente y crispación.
Desde ciertos sectores de la izquierda, en mi opinión, no se está enfrentando adecuadamente la situación. Por miedo a coincidir con los mensajes racistas de la extrema derecha, se está ignorando su existencia, no queriendo ver el elefante en la habitación, que nos guste o no, está ahí.
Negar el problema o ignorar el origen de estos jóvenes supone no querer ver la realidad y caer en el buenismo.
Y el buenismo bienqueda no sirve para solucionar problemas.
Por otro lado, señalar únicamente su origen geográfico, obviando su situación de exclusión social, significa no querer solucionar el problema y añadir otro, que se llama racismo y empeora aún más la convivencia.
Ahí es donde se está colando el discurso de la extrema derecha.
Si desde la izquierda no somos capaces de articular análisis certeros, realistas, creíbles y claramente comprensibles por todo el mundo, la extrema derecha entrará como caballo en cacharrería, con su populismo, su discurso simple pero comprensible, su visceralidad y su peligrosa demagogia. Y mucha gente estará dispuesta a comprar ese discurso.
Yo no tengo la fórmula mágica para resolver este problema, pero creo honestamente que no estamos haciendo lo suficiente para buscarle una solución.
Debemos señalar a la exclusión social como la causante del problema, analizar por qué se ceba especialmente y de manera tan cruda con los jóvenes de ese origen geográfico concreto y actuar con decisión contra ella.
Estamos asistiendo a una acumulación de problemas que no nos podemos ni debemos permitir como sociedad: el de la exclusión social, el de la pequeña delincuencia que genera y el del racismo que surge como respuesta simplista al problema de convivencia.
Una vez que están aquí, esos jóvenes son nuestros jóvenes. Y es nuestra obligación darles herramientas para que tengan una vida digna.