La exposición "Viviendo la utopía", en Gasteiz

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Tendemos, inconscientemente, encauzados por realidades del presente, a transferir lo actual a lo pretérito, a analizar tiempos añejos con pautas contemporáneas. Antes como ahora, ayer como hoy, ni sucede nada ni aconteció nada. Pero acaeció, ciertamente que sí.

Hubo un intento de rehacer el mundo, y especialmente la juventud se entregó con ahínco a modificar lo que parecía labrado y diseñado por y para la eternidad. Un sector relevante y significativo quiso sumarse a los nuevos vientos de modernización y mudanza de la mano de la alternativa libertaria que le proponían sus organizaciones (FAI, CNT, JJLL, Ateneos libertarios, Mujeres Libres, Escuelas libres).

Alternativa libertaria que compaginaba lo económico, lo vital, lo social y lo cultural. Y muchos entendieron que el plan libertario no era utópico como proclamaban sus adversarios, sino que podía establecerse en unas tierras concretas y encarnarse en unas personas identificables, por muy hostiles que fueran las circunstancias.

Lo creyeron y trataron de materializarlo gentes con nombres y apellidos. Primero fueron unos pocos, que con su trabajo, entusiasmo y capacidad de convicción atrajeron a otros muchos que supieron transmitir su pasión a centenares, millares, millones inicialmente escépticos. Emociona y sorprende constatar como en un océano de dificultades, supieron organizar al pueblo armado en milicias populares, inundar el territorio de colectividades, dar a los ayuntamientos la estructura de concejos abiertos, apagar las necesidades del hambriento, hacer sentir que el principio de autoridad no era inmutable, convencer al más marginado que también él tenía un lugar en la sociedad.

No hay revolución si no va acompañada desde su arranque, precedida más bien, de pan y escuela para el famélico y analfabeto. Como recordaba una anciana, entonces niña, hasta que los anarquistas no advinieron no supo que la carne era producto comestible a su alcance. Esta exposición nos confirma que nos hemos topado de bruces con la historia, con el devenir de la gente de a pie, más resuelta y voluntariosa que pendenciera.

No es una novela histórica, no es un cuento de hadas, es historia fehaciente, sin reyes, sin políticos, sin generales, con albañiles y carpinteros, con sastres y mecánicos, con campesinos y tejedoras. No es poco.

Un cambio veraz y contundente, no la apariencia de cambio que pretendían los republicanos. La CNT les proponía una verdadera res publica, la única república verdadera.