14/09/2020

El Derecho y el revés

Escrito por Gonzalo Mañes

En versos, hoy olvidados, defendió el poeta Gabriel Celaya que la poesía es un arma cargada de futuro y en este alborear del otoño me atrevo a tomar prestada su idea para aplicarla a un ámbito tan poco lírico como es el derecho, tantas veces asociado a legajos polvorientos, a largos discursos indigestos en una prosa-engrudo que no la entiende ni el que la inventó, a retrasos y más retrasos… y sin embargo, desde hace un tiempo, de una manera subrepticia, casi sin darse cuenta, el derecho se ha ido  convirtiendo, él también, en un arma cargada de  presente, abriendo brechas en un sistema que parecía inatacable, atado y bien atado y así  la acción seguida, contra viento y mareas, por verdaderos  “francotiradores jurídicos”, no  políticos ni legisladores, que con su atrevimiento han permitido, por ejemplo, que miles de clientes hipotecarios recuperen los gastos indebidamente pagados y poner, por la misma, contra las cuerdas a entidades financieras que parecían intocables.

Cuando las leyes no se adaptan a las nuevas realidades, a las necesidades de un tiempo distinto, cuando el sistema arroja a una parte de la población del mercado laboral, reprochándoles su falta de “empleabilidad”, o les deja en la calle al no poder hacer frente a las hipotecas, o por haber avalado créditos que luego la crisis no les permite devolver, es necesario modificar la situación, y el derecho es quizá, uno de los últimos recursos que nos queda, junto a la movilización social, cuando la política dimite de su función transformadora y termina defendiendo, por el “bien general” no aseguran, y sin rubor alguno, un statu-quo que empobrece y en ocasiones enferma y mata.

La CNT, en su acción jurídica, además de ocuparse de los asuntos ordinarios, gusta de aventurarse también en senderos mucho menos transitados, y así las acciones emprendidas para atajar la inmensa bolsa de fraude existente en el empleo público, superior incluso al de la empresa privada, logrando que los tribunales acuerden la fijeza a trabajadores en precario, o las que buscan ensanchar el campo de  lucha de las secciones sindicales, dotándolas de más poder y facultades o, y esto es de ahora mismo, las dirigidas a posibilitar que los trabajadores, de manera individual, puedan cuestionar judicialmente las causas económicas de un despido colectivo (ERE) aunque haya sido refrendado por el acuerdo unánime de la representación unitaria de la empresa, cuestionando de la suerte el modelo sindical mayoritario y afianzando el nuestro…El campo de batalla es inmenso y las ganas no faltan, al contrario.

Hay una película, “Veredicto final” de Sidney Lumet, que actualiza la vieja historia de David contra Goliat: a una joven, de extracción humilde un error médico la ha sumido en un coma irreversible, haciendo de ella un vegetal conectado a una máquina y la única persona que asume su defensa es un abogado, alcohólico y desengañado, un Don Quijote patético, sin fuerzas que, además, va a tener que enfrentarse, no solo al hospital católico en el que se ha cometido el error médico, una poderosa institución en la ciudad, con su tentacular red de influencias y que usará todos los recursos posibles para ganar el pleito, sino  también al propio juez que desde el principio le significa su desprecio y su completa parcialidad…al final, prevalecerá la justicia, esa que tantas veces es ciega y sorda, y la joven logrará, magra victoria, una indemnización suficiente para vivir el resto de su vida en una cama medicalizada…la vida real no es una película, lo sé, pero a veces se hace necesario sacudir la realidad, agitarla, enfrentarla,  transformarla, hacer que ella también, de vez en cuando, nos regale un “The End”, sino feliz, al menos justo…y el derecho puede servir para ello.

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